Causa justa

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Recién con la publicación de Altavoz, en la que una víctima de acoso se presenta ante un periodista a hacer una denuncia, la carga de la prueba pasa del acusador al acusado. El silencio de Faverón -de mantenerse, como sospecho que habrá de ser- será tremendamente elocuente. Las declaraciones de una víctima que se presenta ante un periodista, aún sin dar su nombre (cosa que no entiendo, pero depende de quien denuncia y de quien recoge esa denuncia), son cosa seria aunque no constituyan pruebas en sí mismas sino indicios. De nuevo, correspondería que aparezca el acusado para refutarlos cosa que, pienso, no sucederá.

La serie de pantallazos con conversaciones claramente editadas y que en primera muchas personas tomaron como prueba irrebatible e irrefutable, ni siquiera eran indicios firmes. No, no lo eran. Una cosa es lo que uno escoge creer y otra lo que objetivamente dice la realidad: acusaciones anónimas que presentaban como pruebas imágenes de conversaciones editadas. ¿Prueba de qué puede ser algo tan lábil y manipulable? ¿Hay que creer como sea solo porque quien afirma una determinada cosa (se supone que) es una mujer? Ese argumento es tan estúpido como afirmar que Faverón es inocente porque un escritor y crítico literario no usa emoticones y no se expresa de “esa” manera tan cruda y vulgar. Como si una cosa tuviera en absoluto que ver con la otra.

Ha sido muy interesante observar que ciertos activismos a favor de la igualdad de género sean tan intolerantes, tan represivos y tan violentos como aquellos que acusan en la sociedad y que dicen querer cambiar. Por ejemplo, yo dije que tenía derecho a dudar de que aquellos indicios fueran genuinos, de cualquier prueba así presentada. Alguna activista me dijo que eso equivalía dudar del testimonio de las víctimas, que dudar era violentarlas de nuevo. Luego se sugirió de la forma menos sutil posible que yo estaba siendo solidario con Faverón por mi género, o por mi «clase» y otro montón de cosas que en realidad no son argumentos sino ataques ad hominem de lo más ramplones. Falacia tras falacia.

Algunos insistimos en que teníamos derecho -y el deber, si además algunos somos periodistas- a dudar de aquellos pantallazos presentados como si fueran pruebas por personas que no daban la cara ni su nombre real. A María Luisa del Río, quien, me consta, detesta a Faverón, le dijeron de todo por atreverse a dudar de las pruebas presentadas por la tal Julieta. A Mónica Cepeda la atacaron de frente y de perfil por defender ese derecho y ese deber de no tomar lo primero que te dan como cierto, como verdad inamovible.

Y resultó que la punta de lanza hasta ese momento, la acusadora de perfil más alto, la tal Julieta era, en efecto, un personaje que no solo no existía, sino que la persona o personas que la inventaron habían armado toda una red de personalidades ficticias para lanzar esos pantallazos que, ahora sabemos, carecen de toda validez porque en efecto estaban editados. Pero a María Luisa y a Mónica ya les había caído por atreverse -prudentemente y sin defender a nadie- a dudar de indicios que a todas luces eran truchos. Y es que parece que una vez encendidas, las antorchas solo se apagan después de quemar a alguien y que no puede haber revoluciones sin muertos, ni reivindicaciones sin víctimas o sin, al menos, un victimario rostizado.

«Qué miedo da que dudes, qué peligroso», le dijeron a alguien por ahí. A mí me aterra la gente que piensa que sus certezas deben ser las de todos y que está convencida de que si no es así, los equivocados son todos los demás. A mí me aterra la gente con convicciones más grandes que sus ideas. A mí me aterran las alturas morales hipertrofiadas, el ombliguismo autoreferencial de los “justos”, su maniqueísmo bíblico. Me aterran los fanáticos.

Es buena idea recordarlo: Todos esos que se oponen a la Unión Civil, al matrimonio igualitario, al reparto gratuito del AOE o a que una mujer decida qué y cómo hacer con su cuerpo incluso luego de haber quedado embarazada tras ser violada, tampoco tienen duda alguna de que tienen la razón.

Por eso me parece un ejercicio saludable e interesante detenernos a mirar qué fue lo que quemamos en la pira junto a Faverón porque, ojo, Faverón no se quemó solito. Y no perdamos de vista que, virtualmente, a él lo metieron adentro con el primer tweet aún anónimo entonces y lo fusilaron en el acto en cuanto apareció la tal Julieta. Ese, sin embargo, es un ejercicio que debería hacer cada uno desde donde le tocó estar o desde donde eligió estar. Una ayudadita: nos birlamos la presunción de inocencia, la carga de la prueba, el debido proceso pero, más importante que todo eso, nos negamos a pensar y quemamos nuestro sentido común en la hoguera de nuestras convicciones moralmente superiores.

Algunos, pienso, tratamos de no movernos en estampida o por lo que haga o diga el resto sino por lo que nos dice nuestra consciencia. Es un intento honesto y jodido, porque treparse al carro de alguien más o de la mayoría siempre es mucho más cómodo y mucho más fácil. Y claro, también muy popular. Decir: “esto es lo que yo pienso: si te gusta bien y si no, también”, no lo es tanto.

machosprogreVarios sugirieron, muy tosca e infantilmente, casi como si fuera una especie de chantaje, que los que se atrevían a dudar y a expresar esa duda estaban deshonrando lo que dijeron/hicieron/escribieron por o en #NiUnaMenos. Imbéciles habrá siempre y a esos no se les hace caso, pero algunos otros son amigos y me gustaría aclarar algo a ese respecto: Yo quiero, como ya lo he expresado, que a mi hija la traten exactamente como me tratan a mí, ni más, ni menos; ni peor, ni mejor. Por eso abrazo una causa que me parece justa, necesaria y urgente; por eso creo firmemente que si no hay un cambio político no habrá cambio alguno en la sociedad y todo seguirá como es hoy.

Pero, esto es muy importante, me permito disentir y pararme al frente cuando en nombre de esa causa se llevan por delante la civilización. Yo no me he enlistado en ninguna milicia, banda o pandilla; no soy un creyente, devoto ni mucho menos fanático de causa alguna. Intento ser justo y con eso tengo suficiente y a veces demasiado. La tentación del linchamiento es muy grande y quizás sea por eso que en nombre de todas y cada una de las causas justas por las que alguna vez ha marchado el ser humano se han cometido enormes, terribles y demasiadas injusticias y barbaridades. Un linchamiento jamás es justicia y, a menos que pensemos que es cierto eso de que «muerto el perro se acabó la rabia», no soluciona nada. No realmente.

Esto es lo que me gustaría compartir con algunos de ustedes y por eso recién me animo a escribir algo propio que no esté colgado de algo más: para mí, esto jamás se trató de Faverón.

22 comentarios en “Causa justa

  1. Bien, Luis. Como dijo Christopher Hitchens: «Aquello que es afirmado sin pruebas, puede ser desestimado sin pruebas».

    Consejo: Tú eres el único entre tus amiguitos de ondita «progre» que tiene intención de pensar antes de hablar, así que no te dejes hacer bullying ni caigas en el error de pedirle disculpas a este grupo de feministas, progres, caviares, etc. Como quieras llamarlos. Todos son marxistas culturales (por más que tu pata sifuentes esté desesperado por impedir que la gente aprenda el término), y si hay algo que han demostrado en los últimos años en EE.UU. y Europa es que este grupo (también llamados SJWs, cucks o PC en Internet) valora más la ideología que la verdad. El colectivismo siempre pesa más que el individuo. Si pides disculpas o bajas la cabeza, no te dejarán en paz nunca.

    Resumido, para todos: Ten huevos y piensa, mierda. No valores ideología sobre hechos.

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  2. Me he fajado y me he metido mucho a leer sobre feminismo a raíz del movimiento #NiUnaMenos. He repetido hasta el cansancio a muchos machirulos que el feminismo no proclama la superioridad del género femenino, sino que busca la igualdad de derechos y oportunidades. Igualdad que he visto reducida a nada en estas últimas dos semanas, en las que he visto a valientes feministas hacer caso de una denuncia débil y anónima sólo porque viene de una mujer. Yo, como mujer, no quiero que me traten peor o mejor que a un hombre. Yo quiero que me traten igual, quiero que mi genero deje de importar a la hora de trabajar, a la hora de expresarme, a la hora de pensar. Quiero que me traten como a un ser humano.

    Es lamentable cómo muchos periodistas iniciaron y alimentaron la pira en la que se quemó a Faverón. Si algo nos enseñan al estudiar periodismo es a buscar y a contrastar pruebas. A no parar hasta encontrar la verdad y, si esto no es posible, es completamente irresponsable soltar al aire un «sin confirmar». Hace rato que este asunto dejó de girar en torno a Faverón y empezó a girar alrededor del morbo y de las ganas de generar una quema de brujas.

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    1. Hola. Le sugiero que utilice su nombre si va a referirse a terceros o a lo que usted hizo o no hizo o hace o no hace. Si bien los hechos son independientes de quienes los narran, para algunos eso sigue siendo causa de confusión. Si usted dice «me he fajado» y no usa su nombre, su testimonio puede ser desacreditado por anónimo. ¡Buenas tardes y muchas gracias por comentar!

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  3. Te felicito Luis Davelouis es muy sensata tu posición, dudar, cuestionar, no es defender una posición, la duda va para ambos lados es lo más neutral y para mí como se debe actuar en una investigación. Cómo condenar a alguien sin tener pruebas sólidas, me pregunto, está bien escuchar a denunciantes pero también asegurarse que los indicios tengan validez, ahora queda esperar, hay un caso que aparente tiene asidero, pero aún no hay nada concluyente. (También vino a mi mente la película The Crucible con este caso).

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  4. Luis: alguien va a Hidebrandt en sus trece y a Altavoz, da sus generales de ley, dice que estudia o trabaja en tal y tal sitio, que conoce a tal y tal persona, o sea, se expone un montón ¿y está mintiendo? Puedo creer que alguien odie tanto a GFP como para trolearlo con un montón de perfiles falsos y pantallas trucadas, pero ¿contrataron dos actrices para qué… quien…? Ojalá que alguien haya suplantado a GFP, porque no se me ocurre otra explicación.

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    1. Hola Lucho, gracias por comentar. La verdad es que a mí se me ocurre que él escribió todo eso. Pero lo que a mí se me ocurra es por completo irrelevante. Saludos!

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      1. No comprendo: ¿Lo que no es judicializable no es digno de creerse? O sea, los testimonios contra Bill Cosby y Roger Ailes, si no tienen peso legal entonces son automáticamente falsos, y no merecen una sanción social. ¿Entendí lo que quieres decir?

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        1. Es simple: yo puedo creer que Alan García es un ladrón de siete suelas -como le llamo el inefable Hugo Chávez alguna vez- pero si le digo ladrón en público o afirmo en público que es un ladrón y no lo demuestro, el que va preso soy yo. En ese sentido, lo que yo crea es irrelevante, lo relevante es lo que yo pueda probar. ¿Por qué? Porque de otro modo en el extremo tenemos esto: http://larepublica.pe/sociedad/806514-oxapampa-impactantes-imagenes-de-mujer-quemada-viva-por-ser-supuestamente-una-hechicera-video
          Dicho esto, entiendo su punto pero este no tiene nada que ver con el texto materia de su comentario. Nadie, nunca más, se atreverá a dejar a sus hijas menores con el susodicho quien, entiendo además, tiene una hija pequeña. No se me ocurre mayor sanción social que esa.
          ¡Buenas tardes y gracias por comentar!

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  5. Cuando vi el principal testimonio que tomaron los medios, de inmediato me llamó la atención por qué las imágenes de los pantallazos parecían editadas. Después apareció la información de que no existía la tal acusadora Julieta, lo que enturbiaba más el asunto. Si algo hizo daño a los testimonios verdaderos de las afectadas, fue precisamente que el que difundieron más los medios haya sido el artificial. Especulo que quien creó este perfil falso tuvo a mano un testimonio verdadero y por algún retorcido afán por figurar se creó una ficción de víctima.
    Después ha seguido una catarata de afectadas que confirmó que Faverón era otro más que desde sus autoconstruidos altares de barro caía, y caía feo. El tipo parece ser un acosador en regla, en efecto, pero para soltar una información periodística (y, si se quería, después emitir una opinión o diatriba) se debía contrastar que lo era, no dejarse llevar por las narices por las antipatías ni por las guerritas antiguas o por lo que se murmuraba desde hacía rato acerca del ‘acusado’. El contraste, la búsqueda de más testimonios confiables y verificables, justo ha llevado a que los indicios sean ahora evidentes acerca del comportamiento de acosador de Faverón.
    Yo soy antifujimorista, pero si alguien me dice que Keiko y su marido son racistas desatados y descarados, el haberme topado con gran cantidad de fujimoristas racistas, no hace que la afirmación sobre Keiko sea ‘evidente’. Por más que este país sea racista y discriminador se debería colocar al testimonio en el campo de la duda y a partir de ahí investigar. No es cuestión de fe, se debe comprobar, verificar, adquirir más testimonios.

    Por último, entre paréntesis, nadie tiene el ‘deber’ de pronunciarse acerca de nada. Ese «por qué no dices nada, encubridor-argollero» es autoritario, cerrado, egocéntrico. Aunque lo repita una víctima.

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  6. Este caso es una tremenda lección para toda la sociedad. Siempre tendemos a apalear sin pruebas a cualquier victimario de moda. Pasa constantemente y, en este caso, la lección ha sido tremenda. Los perfiles falsos que siempre denunciamos cuando son políticos de pronto se vuelven ilusorias víctimas de alguien que tiene todos los indicios de ser, realmente, un acosador. El problema es que las denunciantes reales se difuminan entre tantas denunciantes falsas que el caso quedará en el olvido exactamente cuando suene el silbato del Perú – Argentina.

    Para mi el caso es bien simple: Faverón es conocido por su acoso hacia las mujeres por medios electrónicos y su conducta «pipiléptica» virtual. Un grupo de sus enemigos políticos le siembra trampas con perfiles de hermosas mujeres que lo incitan a decir cosas «sucias». Entre tantas reales y falsas Faverón cae. Uno de esos perfiles falsos lo denuncia en junio (elecciones). Nadie le hace mucho caso. Luego de un tiempo salen un par de perfiles falsos y, para «mala suerte» de él esta vez rebotan. Aparecen algunas mujeres reales que sí se sintieron afectadas y se unieron a la denuncia. Se descubre que gran parte de los perfiles iniciales es falso y se duda de todos los testimonios. Los testimonios reales carecen de fuerza pues no son los más fuertes. Esto, evidentemente, porque los que sí le siguieron la cuerda para que suelte más soga fueron los perfiles falsos. Las personas se aburren del caso y queda en nada. #Fin.

    Lo único que va a permitir que realmente se llegue a algo concreto es que un grupo de sus alumnas lo denuncie. Eso sí sería grave y trascendente. El resto quedará en una anécdota de internet más salvo para quienes lo odian por otros motivos.

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  7. Cuando leí este post tan bien escrito, pensé que leía a Luther King. Y es imposible no compartir tus conclusiones.
    El problema está cuando una cosa es lo que dices y otra es la que haces.
    Refieres con autoridad «…. nos birlamos la presunción de inocencia, la carga de la prueba, el debido proceso pero, más importante que todo eso, nos negamos a pensar y quemamos nuestro sentido común en la hoguera de nuestras convicciones moralmente superiores» y me pregunto,¿acaso no incurres cotidianamente en esos «exabruptos» en muchas de tus columnas diarias»?
    O mas precisamente en la última campaña electoral -y siguiendo tus propias palabras- «la tentación del linchamiento es muy grande y quizás sea por eso que en nombre de todas y cada una de las causas justas por las que alguna vez ha marchado el ser humano se han cometido enormes, terribles y demasiadas injusticias y barbaridades» te pregunto ¿Acaso no te esmeraste en participar activamente en el linchamiento de quien no te gustaba?
    Probablemente, luego de decirte esto, sin prueba alguna -y de la misma forma que hoy criticas cómo se lapidó a Faverón- ya me habrás tildado gratuitamente de «fujitroll» (cuando estoy bastante lejos de serlo y disiento de la gran mayoría de sus ideas)
    Pero así es el fútbol.
    Las ideas son impecables… Lo que hace falta es un poquito de coherencia.

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    1. Pienso que sí, que por momentos me excedí en el lenguaje durante la campaña. Pero jamás mentí ni difamé ni calumnié a nadie. Cada cosa escrita, cada elemento, tienen una correlación con la realidad. Yo no me inventé que Joaquín Ramírez, siendo un importante financista de la campaña de Keiko y además secretario general de su partido, estuviera siendo investigado por la fiscalía por el presunto delito de lavado de activos y por la DEA por el mismo asunto pero relacionado con el narcotráfico. Yo no me inventé que Ramirez dijera que los documentos de sus empresas y que sustentaban su patrimonio se quemaron en un taxi accidentado en el que viajaba el millonario ex cobrador de combi. Yo no me inventé que Keiko firmó alianzas con lo más rancio de la secta evangelista, con un sujeto que afirma que nacer gay es nacer hecho abominación y que en general predica la misoginia la homofobia y la ignorancia. Yo no me inventé que la Sra. Fujimori firmó un pacto con los mineros ilegales que sostienen uno de los negocios ilícitos más crueles y asquerosos como es la trata de personas y la prostitución infantil. Yo no me.inventé que Keiko reivindica los delitos de su padre, luego dice que ella no es su padre y después que ella es como su pade y barrerá con la delincuencia y traerá crecimiento. Nada de eso es un invento y sí, reitero, pude excederme en las formas pero no en el fondo, sencillamente, porque todo eso es cierto.

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  8. Me parece muy bien que, a pesar de colaborar con útero.pe, no hayas sido uno más de los montoneros que con antorcha en mano salio a hacer catarsis de su odio a GFP, como si lo hizo Marcos Sifuentes. Mal por el ya que, el que salio mal parado fue el periodismo serio y equilibrado que el «intentaba» representar. Mis felicitaciones por la independencia.
    Solo para mencionar algunas ideas: así como se habla del acoso cibernetico, también debe haber la figura de la difamación cibernetica, ya que si acusas públicamente de acoso sexual a alguien, debes probarlo. Hacer un peritaje de las conversaciones, que no hayas sido editadas, si son reales, si fueron sacadas de contexto ¿Alguien sabe realmente la relación que tenían las denunciantes con GFP? si las denunciantes existen, etc. Sino, como dices, el que denuncia públicamente sin pruebas o con pruebas falsas, debería ir preso. Es lo justo.

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